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sábado, 28 de enero de 2017

Historias de vestuarios - Segunda parte

Historias de vestuarios - Segunda parte

  Al parecer, muchos hombres disfrutan estando desnudos. No son la mayoría, pero sí que hay un porcentaje que no tiene el más mínimo pudor en compartir toda su desnudez con el resto de las personas de su género, y también con el género opuesto.
  Como conté en mi relato anterior, he conocido varios de estos ejemplares de nudistas en los distintos trabajos en los que tuve oportunidad de ser contratado. Más bien algunos parecen ser tan calentones que disfrutan de la desnudez como parte de la sexualidad, y además como una acción de libertad hacia sus placeres y hacia sus cuerpos.
  Dos de estos fanáticos de la desnudez eran Elías y Oscar. Con ambos trabajé en distintos lugares y en ciudades distintas pero contiguas. De ambos pude guardar sus teléfonos, y aún después de no trabajar más con ellos, mantuve un contacto y de vez en cuando nos encontrábamos.
  Siempre que podía tomábamos una cerveza. Ya sea con uno o con otro a intervalos de semanas, pero nunca los tres juntos. Salíamos a comer una pizza entre amigos o a mirar un partido.
  Creo que los dos se dieron cuenta de mis inclinaciones sexuales, pero parece que no se animaban a insinuar nada. Algunos hombres esperan que uno sea el que toma la iniciativa. Y así fue que, con algunas cervezas de más, un día me animé. Empecé a mandar mensajes y me respondieron bastante complacientemente. Como ya tenían una idea de lo que a mí me pasaba, aceptaron encontrarse conmigo, y para mejor de todo, ¡los dos al mismo tiempo!
  Convoqué a ambos en mi casa para esa misma tarde-noche. Elías y Oscar no se conocían, así que los presenté y mientras mirábamos un partido empecé a decir:
-Creo que es hora de tomar acción-
  Comencé por quitarme yo la remera. Me quité los zapatos y me arrodillé enfrente de Oscar. Le acariciaba el bulto por sobre el pantalón y me di cuenta de algo emocionante: ¡se había venido sin ropa interior! ¡Es lo que más me gusta en el mundo, un hombre desnudo debajo de tan poca ropa por la calle y por la vida!
 Mientras le desabrochaba el pantalón y bajaba su cierre, vi emerger esa verga que tantas veces había visto, pero esta vez tan cerca de mí, y para toda mi emoción, podía tocarla, chuparla, acariciarla y disfrutarla sin tapujos.
  Una cosa que no dije sobre Oscar es que estaba circuncidado. Es algo poco común entre los varones argentinos. Pero a él lo circuncidaron cuando era chico por un problema en su prepucio, que estaba demasiado apretado y no lo dejaba orinar. Así que simplemente, los doctores, se lo quitaron.
  A medida que destapaba y empezaba a chupar la verga circuncidada de Oscar, Elías ya se había quitado toda la ropa (algo que no le costaba mucho). Su hermoso cuerpo desnudo se lucía ante mí, pero esta vez muy excitado. Empezó a acariciarme la espalda, con sus manos bajando hasta mi cintura, desabrochándome el pantalón por delante y descubriéndome el trasero.
  Yo hasta ahí tenía bien agarrado a Oscar y no lo soltaba, hasta que él mismo tomó un impulso y se quitó el pantalón y la remera.
  ¡¡¡Por fin mi sueños de tener a esos dos hermosos hombres desnudos, calentones y machazos se hacía realidad!!!
  ¡¡Esta vez eran míos y no los iba a desperdiciar!!
  Utilicé todos mis conocimientos en las artes amatorias. Cuando Elías me sacó el pantalón fui hasta un cajón y saqué un lubricante en gel, me lo pasé por mi tierna colita y le acaricié todo su miembro erecto con el gel, lubricándolo hasta el último centímetro. Su vello púbico sin depilar resplandecía con las luces, y sus hermosas bolas colgaban como un adorno rojo y caliente, balanceándose mientras yo acariciaba su verga por entero.
  Volví a chupar la verga de Oscar y su cara demostraba un gran sentido de placer. Lo hice como tantas veces lo hice, pero esta vez con mucho más fuerza en mi boca, en mis labios y en mis manos. Chupaba rítmicamente acompañando los movimientos de mi cabeza y mi boca con una mano habilidosa, yendo y viniendo hacia arriba y hacia abajo apretando con mucha fuerza.
  Todos los hombres sabemos que no hay nada más feo que una chupada tibia. Una chupada sin ganas o con poco ímpetu te puede hacer acabar, pero no es lo mismo.
  Por eso los machos heterosexuales saben y prefieren a un homosexual para hacer esos trabajos antes que a una mujer.
  A la vez que mamaba la pija de Oscar, Elías me empezó a penetrar por detrás. Yo gemía como una putita en celo. Y parecía que mis gemidos alentaban más su penetración sedienta de sexo caliente. Me cabalgaba como un jinete desenfrenado. Golpeaba mis glúteos con toda la fuerza de su cuerpo, adelante y atrás, arriba y abajo mientras me jalaba de los hombros y del pelo. Lograba una penetración completa y cada golpe de su cuerpo y su pija tiesa balanceaba sus enormes bolas que castigaban contra mi cuerpo.
  Mi éxtasis era absoluto. Los dos estaban en lo más pleno de su virilidad y su juventud, y usaban todas esas virtudes para deshacerme en halagos sexuales.
  Oscar me penetraba por la boca como si me estuviera cogiendo. Su verga y bolas depiladas se sentían muy suaves al tacto de mis manos y mi boca.
  Decidí intercambiar y los giré a ambos. Puse a Elías sentando en el sillón y a Oscar a que me penetrara. Fue algo fabuloso. Me cogían entre los dos a su ritmo y a su placer. Me hacían deleitar con sus cuerpos masculinos, fibrosos y transpirados. Me transporté a un lugar de placer que nunca había sentido antes: estar con dos machos heterosexuales, dos hombres casados olvidados por sus mujeres, y que ahora se "desquitaban" sexualmente conmigo, con toda esa calentura guardada por meses o por años.
  El momento culminante fue cuando decidí pedir a los dos que me penetraran al mismo tiempo. Tuve que levantarme e ir por el lubricante que había quedado por ahí. Lo encontré y me lo pasé otra vez por la cola, luego se los unté a los dos en la verga y me senté en la pija durísima de Elías. Luego Oscar empezó a empujar desde atrás. Parecía que no iba a entrar. Hacía un intento y otro, y no entraba. Se puso otro poco de lubricante y siguió empujando hasta que entró toda su hermosa verga blanca y dura.
 Los dos se balanceaban con su cuerpo caliente y transpirado, respirando sobre mí. Sus cuerpos transpirados olían a hombre trabajador y sediento. Sediento de sexo, de cerveza, de lujuria y de una putita como yo que los complaciera como sólo yo lo estaba haciendo.
  -¡Cojeme!- Le pedía a Oscar.
  -¡No te detengas!
  -¡Cojeme! Le pedía a Elías. -¡Cojeme, papito por favor!-
  Y mientras uno y otro se movían a su ritmo y también al unísono, a veces se salía una verga y la volvían a meter.
  Yo era toda una muñeca de trapo en sus manos. Un artilugio sexual humano solamente hecho para su placer. Fui creada para satisfacer a estos dos hombres desquiciados, enloquecidos de sexo. Sobre aquel sillón se apoderaron de mi tierna humanidad. ¡Y yo muy feliz que estaba!
  Me cogieron y me cogieron. Me penetraron los dos al mismo tiempo y a intervalos, hasta que se sintió el primer alarido de placer con los dos dentro mío. No se cuál de los dos acabó primero, pero ni bien acabó uno, el otro empezó a gemir de placer también y a acabar como un buey. Me llenaron de leche ese apretado agujerito mío. ¡El sueño máximo de todo gay se me estaba haciendo realidad! ¡Rodeado por estos dos machos abrazándome, cogiéndome, apretándome, amándome al mismo tiempo, llenándome de calor, de placer y haciéndome sentir todo su rigor viril al mismo momento!
 No aguanté más y acabé sobre ellos también. Fue un éxtasis absoluto. Un momento que recordaré para toda mi vida, y que mi cuerpo también recordará, por los dolores que tuve toda esa semana. Pero valió la pena. Valió todo el esfuerzo, el sufrimiento y la espera para contar en mis anécdotas que me encamé con dos machos hermosos y que lo disfrutaron ellos tanto o más que yo.




Todos los derechos reservados a su respectivo autor. El post es de mi total autoría y no contiene partes extraídas de ninguna otra fuente. Los hechos son inspirados en la realidad pero matizados con un gran porcentaje de ficción. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.

Historias de vestuarios

Historias de vestuarios

   Durante mi vida he trabajado en distintas fábricas y en todas ellas he encontrado la particularidad de algunos hombres que gustan de permanecer desnudos. Yo los llamo nudistas que no se han dado cuenta que son nudistas.
  Son hombres hétero, casados y con hijos, que gustan de andar desnudos y a veces cumplen con sus ansias de estar como Dios los trajo al mundo, y a veces sólo pueden estar en traje de Adán en los vestuarios del trabajo o del gym.
  Uno de estos hombres era Oscar.
  Oscar es un hombre de pelo castaño claro, piel blanca en las partes donde no da el sol, y bronceado donde sí le daba el sol, como por ejemplo su cara, la parte superior de la espalda, los brazos y la parte inferior de las piernas. Toda esa disparidad de color hacía emocionar porque te dabas cuenta que estabas viendo algo que casi nunca estaba descubierto. Esa parte prohibida que se revelaba ante mis ojos, y que pensándolo de esa manera, me excitaba mucho más.
  No es muy velludo. Tiene un cuerpo regular, delgado, un buen culo bien formado y una verga y bolas bastante apetecibles.
  Contaba Oscar que no le molesta estar desnudo frente a otros hombres, porque le enseñaron en su casa, en su niñez, que todos somos iguales: todos tenemos dos bolas, una pija y todo eso...
  Por mí estaba bien, ¡estaba más que bien! ¡Él podía estar en bolas todo el tiempo que quisiera!
  Y así lo hacía. Se pasaba quizás una hora desnudo mientras los demás se vestían, este muchacho se secaba con toda la tranquilidad del mundo. Tomaba mate desnudo y se exhibía sin tapujos.
También le gustaba preguntar -¿Estoy bastante bien, o no?-
-Claro- Decía yo.
Aunque los otros le comentaban: -La verdad me importa poco...-
Por supuesto, los demás hétero estaban en sus asuntos y no se fijaban mucho en Oscar, pero yo sí. Me encantaba y disfrutaba mucho verlo así.


  En otro lugar de trabajo encontré a otro señor que gustaba de quedarse desnudo todo el tiempo que pudiera.
  Al contrario de lo que algunos pueden pensar, no lo hacía para atraer a otros hombres, si no sólo por el gusto de quitarse la ropa, como si la ropa fuera una molestia.
  Estos hombres heterosexuales sienten total confianza al estar entre sus pares y se muestran en toda su plenitud sin el más mínimo pudor. Este muchacho se llamaba Elías. Tenía un cuerpo promedio, se afeitaba toda su zona genital y le quedaba muy bien.
  En esas épocas era verano así que el calor permitía un mayor despliegue de su desnudez.
  Comentaba, Elías, que en su casa tenía la costumbre de bañarse en la ducha del patio. Luego se secaba al aire libre y se sentía seguro porque el patio de su casa estaba rodeado de una cerca de arbustos podados, de una altura de casi dos metros.
  Aunque contaba que algunas partes ralas dejaban entrever lo que pasaba en el patio de al lado: una vecina espiaba a Elías mientras éste se bañaba en bolas en el patio. Aparentemente esta vecinita traviesa disfrutaba de ver el cuerpo de este hombre, aunque nunca llegaron a concretar nada.
Elías comentaba para sus amigos:
-Si mi mujer me llega a pescar en algo ¡me mata!- Así que por ese motivo nunca llegó a concretar nada con su vecina. Pero todo ese juego de seducción al desnudo era más que excitante para ambos.
  Lo lamentable es que en el mejor momento de la ducha al aire libre siempre aparecía la mujer de Elías con su típico reproche:
-¿Ya estás en pelotas otra vez vos? Te van a ver los vecinos-.
  A lo que Elías le respondía que nadie puede ver. A pesar que él sabía que la vecina lo miraba casi siempre.
  Una fantasía muy caliente es poder soñar con alguien que ves y pensar en todo lo que harías con esa persona. Ya lo conocés desnudo, lo único que falta es poder tocar, saborear, sentir por dentro ese hermoso rabo tieso, y poder hacerlo gozar hasta el momento cúlmine del orgasmo.
 
 Con ellos dos tuve historia, con Elías y con Oscar, pero eso es parte de otro relato...
 
 
 
Todos los derechos reservados a su respectivo autor. El post es de mi total autoría y no contiene partes extraídas de ninguna otra fuente. Los hechos son inspirados en la realidad pero matizados con un gran porcentaje de ficción. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.

Un relato nudista, y caliente

Un relato nudista, y caliente

Esta es una historia de mi primer trabajo y también mi primer enamoramiento.

Corría el año 1988 en las calurosas tardes de provincia. Mucha tierra, viento cálido del Norte y mi primer laburo. Yo era bastante joven, unos 18, y todo era nuevo para mí. Recién salía de la secundaria y la fábrica donde entré a trabajar era bastante grande para la zona. Trabajaban en ella unos 100 hombres y sólo dos mujeres que estaban en la oficina.
   Mi trabajo era en una línea de producción. Al principio no entendía nada: ruido, herramientas, maquinarias, hombres rudos gritando todo el día y haciéndose bromas entre sí. Hombres comunes, sencillos, sucios por el trabajo diario. Me hacían bromas por mi edad y por mi falta de experiencia. Me sentía aturdido entre ellos, sin saber qué responder. Más aún por mi homosexualidad insipiente. Si se dieran cuenta que yo era así, me hubieran gastado (1) hasta el final de mis días. "Traga leche" y cuestiones como esa hubieran sido lo más común. Pero, además, en esas épocas la sociedad no era como ahora, y la homosexualidad estaba bastante reprimida y mal vista. Me hubieran echado del trabajo sin pensar.
   Si la línea de producción era problemática para mí, la salida era toda una sensación. Era lo que esperaba todo el día. En los vestuarios habría por lo menos unos 20 a 30 hombres a la vez, que se cambiaban y duchaban frente a mí. Tenía todo un catálogo de hombres masculinos para delitar mis ojos. Estaban todos en sus asuntos, sin prestarse mucha atención. Pero yo era otra cosa. Mis ojos se iban para todos lados. No me podía contener, aunque hacía un esfuerzo enorme por contenerme. Siempre tenía unos muslos frente a mí, unas vergas hermosas o un buen culo de hombre para atraer mi mirada. El corazón me latía como un terremoto. Con mis 18 años y las hormonas a full, todo el cuerpo me temblaba de los nervios por las ganas de mirar, de tocar, de tirarme encima de uno de esos machos, y sin embargo, no podía porque me hubieran cagado a trompadas en ese mismo momento.
   Entre todos estos hombres velludos, grasosos, desvestidos, la mayoría no era un adalid de la belleza. Pero había uno en particular que me atrajo desde el vamos. Su nombre era Ismael y era alto, al rededor de 1,80m, unos 38 años, pelo castaño algo lacio y muy brilloso, ojos verdes, piel blanca con algunas pecas en el rostro y estratégicamente bien distribuidas en ciertos lugares del cuerpo: en el pecho, en la parte alta de la espalda y algunas en las mejillas. No era tan carilindo pero su cuerpo sí se llevaba un 10. Tenía un torso bien formado, según él, por el ejercicio que hacían en la "CoLimBa" (2), y que luego pudo mantener a lo largo de los años por genética y también gracias al trabajo pesado de la fábrica. Su panza no era nada prominente y tenía una línea de vello que venía desde el pecho hasta su pubis. Su espalda era bien formada y bajaba como un triángulo invertido hasta su cintura. ¡Su cola era wow! Era fascinante: redonda, bien blanquita, lampiña, suave como el trasero de un adolescente, y tenía unos pelitos dorados que reflejaban la luz del sol que entraba por la ventana del vestuario. Y lo que más me llamó la atención fue su enorme y bien formada verga: como de un color bronceado, con las vellosidades naturales como se usaba antes, gruesa, colgante, larga, pareja. Y sus bolas eran también enormes. Me imaginaba los litros de leche que podían descargar esos enormes huevos.
   La particularidad de Ismael era que se tomaba su tiempo en desvestirse, en su aseo, en secarse y volver a vestirse. Mientras que los otros se cambiaban y se iban sin bañarse (algunos, no todos), y lo hacían con pudor, rápido, como tapándose para que no se les vea demasiado, él se bañaba casi todos los días. Y mientras los demás estaban vestidos, Ismael estaba desnudo, mostrando su cuerpo sin ninguna ropa para torturame y deleitarme al mismo tiempo.
   Ismael siempre tenía una frase de cabecera que me decía a mí al igual que a otros muchachos de mi edad que estábamos en nuestros primeros pasos en la fábrica:
-¿Vieron chicos? Este cuerpito es para ustedes. Todo menos el de atrás, este cuerpecito lo pueden disfrutar cuando quieran-, ante las risotadas de los demás trabajadores veteranos.
Claramente era una cargada (3), nos estaba tratando de putos. Pero yo me lo tomaba en serio porque yo sí lo era, y pensaba para mis adentros:
-¡Qué más quisiera!-.
  Siempre repetía esa misma broma. Por supuesto se refería sobre todo a su verga y hacía alarde de ella cuando nos ofrecía "su cuerpo". Seguramente estaba orgulloso de su gran tamaño y no tenía pudor en mostrarlo. Era como una especie de exhibicionista, un nudista en potencia por todo el tiempo que estaba desnudo sin tener la más mínima intención de vestirse, quizás se pasaba una hora totalmente en bolas.
   Mis ojos se desviaban hacia su entrepierna incontrolablemente. No lo podía evitar y me ponía muy nervioso al tratar de evitarlo y que nadie se diera cuenta que lo miraba con mucho "cariño".
   Por supuesto que me hubiera encantado aceptar su invitación. Pero lamentablemente no había tiempo ni espacio en el trabajo para concretar nada. La única chance que tenía era hacerme amigo suyo. Y lo hice. Me aceptó por mi inocencia y mi falta de "maldad" como decían los adultos acerca de mí.
   Una vez hubo en la fábrica un problema de máquinas en nuestro sector, así que nos tuvimos que quedar hasta después de hora. Sólo nos quedamos un grupo de cuatro hasta terminar el trabajo. Entre esos estábamos Ismael y yo. En mi mente rodaban todo tipo de fantasías. Así que dije: esta vez no se me escapa.
   Cuando hubimos terminado la producción nos dirigimos a los vestuarios. Mientras los demás se desesperaron por irse a su casa, Ismael se tomó su tiempo para bañarse, -como siempre- y yo me hice el distraído para esperarlo.
   Cuando apareció Ismael desnudo de la ducha y empezó a secarse yo lo miraba fijamente. Me preguntó:
-¿Qué pasa, pibe?-. Y yo nada... No le respondía.
-¿Qué pasa?- Me volvió a preguntar. -¿Por qué me mirás así?-.
Entonces junté coraje y le respondí:
-Es que decidí aceptar tu propuesta..." Le dije tímidamente, nervioso, pero decidido. Ismael me preguntó extrañado:
-¿Qué propuesta?-.
-La que hacés siempre- Le dije. -Esa que decís que todo tu cuerpito es mío, o nuestro, para que podamos disfrutarlo. Decidí aceptar esa propuesta-.
-¿Ah, sí? Dijo entre risas. -¡Estás loco, jaja!- .
-No-, le contesté. -Siempre me pareció que hablabas enserio, y creo que yo también lo quiero de verdad- le respondí con la voz entrecortada.
-Mmmm, bueno- Dijo. -¿Pero cuándo, ahora?- Preguntó.
-Sí- le contesté.
-Está bien- dijo, y continuó -Acercate-.
  Entonces me fue guiando hacia abajo poniendo su gran y áspera mano sobre mi hombro. Me llevaba a arrodillarme ante su entrepierna. Me arrodillé y vi de cerca aquel tesoro que tanto anhelaba. Parecía que toda esa situación lo excitaba porque su verga ya se estaba poniendo dura. Nunca la había visto así, a media máquina y tan de cerca, y me pareció maravillosa.
   Y mientras me guiaba con mi boca para tragarme toda esa enorme cabeza, se iba poniendo cada vez más dura y más grande. Pensé que se me iba a desgarrar la mandíbula. Me hacía abrir bien y luego intentar meter todo lo que podía, bien hasta el fondo.
-¡Chupá, chupá!- Me decía. -¡Chupá pibe, así! ¡Aaahh!-.
  No lo podía creer. Me sentía viviendo un sueño.
   Su olor era algo mezclado entre dulzón y olor a sexo de hombre. Su sabor era un poco fuerte pero me fui acostumbrando con los minutos. De vez en cuando me forzaba para tragar hasta la garganta ese enorme pene duro y caliente.
Los gemidos que emitía de tanto en tanto Ismael me volvían loco. Su voz ronca, masculina, me fascinaba y me calentaba más. -¡Ahhhh, aahhh! Lo escuchaba y me derretía...
Yo estaba con la ropa puesta, y mi verga dura me dolía por la fuerza que hacía contra el pantalón.
Entonces, cuando parecía que estaba por acabar me dijo:
-¿Ahora querés probar otra cosa?-.
-Sí-. Le contesté.
   Me puso de rodillas como estaba, pero en cuatro patas, empujándome desde la espalda para que apoyara los brazos sobre uno de los bancos de madera donde nos sentábamos siempre. Yo accedí sin chistar y vi como se ponía detrás de mí. ¡¡Mi sueño por fin se iba a realizar!!
   Me bajó los pantalones y dijo:
-¡Huy, tenés el pito bien durito, nene!. Se ve que te gusta lo que te estoy haciendo-.
Yo, sin decir nada, dejé que me quitara la ropa. 
 Se escupió la mano y la pasó por todo su glande. Se escupió de nuevo y me lo pasó en la cola, en el orificio virgen que tenía yo.
-¡Wow, pendejo (4), esto sí que te va a gustar!- Dijo, y continuó -Te va a doler un poco al principio pero después te vas a acostumbrar-.
-Está bien...- Dije yo, tímidamente.
   Entonces empezó a empujar esa gran verga dentro de mí. Empujaba de a poco y esperaba a que mi cuerpo se relajara. Seguía empujando y yo sentía que me abría en dos.
-¡Ahhh!- Se le escuchaba decir de vez en cuando. -¡Oohhh! Decía con su voz ronca de macho.
   Su aliento caliente resollaba cerca de mi cuello. Sentía su olor a aliento de hombre, de macho, de fumador, de bebedor de cerveza. Se transpiraba sobre mi espalda y sentir su cuerpo así, desnudo y húmedo cerca de mí, me calentaba hasta lo impensable.
   Un minuto después, cuando mi tierno culito estaba más lubricado con su líquido pre seminal y con su saliva, empezó a moverse rítmicamente, más rápido. Me sacudía como una locomotora. Yo no sabía de dónde agarrarme. Me hacía vibrar, me zarandeaba y me empujaba con fuerza mientras yo me tomaba del banco de madera, pero se me zafaban las manos y pensé que me iba a ir al suelo.
Me daba empellones con toda su potencia y su cintura de hombre se movía adelante y atrás metiendo esa verga dura dentro de mí. Sentía que me iba a desmayar del dolor y del placer al mismo tiempo.
-¡Cómo me gusta cogerme a los pendejos putitos!- Decía. -¡Y la cola apretadita que tenés no la hubiera imaginado nunca!-.
  Ese momento lo voy a recordar por siempre. Tener lo que soñé por tanto tiempo todo para mí. Ese cuerpo masculino, de hombre hecho en la calle, en la fábrica, en el trabajo duro. Su cuerpo y su carácter de macho rudo y heterosexual me fascinaban. ¡Me sentía en las nubes!
   Entonces explotó. Fue como una enorme eyaculación de mil litros. Una serie de empujones contra mi cuerpo y toda su leche caliente entrado dentro de mí. La sentía con fuerza penetrando mis entrañas, y quería que se quedara ahí para siempre. Parecía que él quisiera entrar más adentro que nunca con su enorme pene duro, empujando cada vez más mientras gemía y casi gritaba: -¡¡Ahaa!! ¡¡Aaaahhh!! ¡¡¡AAAAAHHHH!!!
   Mientras yo me derretía de la calentura y del placer más absoluto, también acabé. Sí, acabé sin tocarme. Por todo lo que me excitaba ese semental, acabé en seco. Me sentí desmayar. Me sentí en el éxtasis más inmenso que jamás haya sentido. Fue el momento más maravilloso de mi vida y me enamoré al instante.
-¡Qué lindo que sos, pendejito!- Me dijo, y me puse tan contento que podría llorar de la emoción.
-¡Qué lindo que la pasamos!- Dijo, mientras me besaba en el cuello y en la espalda, y ¡hasta en la boca!
¡¡Me sentí morir de felicidad!! Todo lo que había soñado al fin era mío.

   Por supuesto, para él era un momento de calentura más. Para él fue un hermoso polvo que le echó a un pendejo, ¡y encima virgen!. Era una anécdota que tendría para contarle a sus amigos. Pero, mientras que yo estaba perdidamente enamorado, él también lo estaba, pero de su esposa. Lo que tuvo conmigo fue sólo un juego. Y de eso me di cuenta más adelante.
   Cuando pasaron un par de meses, simplemente, Ismael se fue. Desapareció. ¡Sí, se fue!. Se mudó de ciudad y cambió de trabajo. Tuvo una mejor oportunidad y decidió tomarla para progresar en su vida.
   Y ahí quedé yo. Llorando. Lloré, y lloré, y lloré... Lloré tanto que mis viejos se dieron cuenta y pensaron que estaba enfermo, o que tenía "mal de amores". Claro que lo tenía. Pero, al contrario de lo que ellos pensaban, no era por una chica. Era por ese amigo, amante, compañero de laburo que tanto quise, y que me "abandonó".
   Y, como todos los amores de adolescencia, éste parecía para siempre. Parecen el último amor, el único amor. Tan fuerte y profundo como nunca más vas a sentir. Y tal vez sea así. Pero después te das cuenta con el tiempo que todo pasa. Y caés de nuevo en las redes de otro hombre y volvés a enamorarte varias veces en la vida.

   Luego de más de 15 años lo volví a encontrar a Ismael. Aquel hombre fascinante que era mi amigo ya estaba más madurito. Con su pelo castaño teñido de canas, y su piel bronceada resaltaban más sus ojos verdes. No lo dudé ni un instante y le propuse encontrarnos. Lo hicimos un par de veces, pero su matrimonio no le dejaba mucho tiempo para otras cosas. Así que tuve que resignar mis aspiraciones, y aceptar mi condición de amante furtivo, fortuito, pero intenso, incandescente como la luz del sol de aquel verano en que nos volvimos a encontrar...



Referencias:
(1) Gastar: Acción de bromear. Argentinismo usado para referirse a una broma. Chanza, bromear, tomar el pelo.
(2) CoLimBa (Corre-Limpia-Barre): Acrónimo usado para los nuevos conscriptos que ingresaban al servicio militar en Argentina y eran explotados para las tareas más serviles. Genérico usado para referirse al servicio miliar obligatorio dado de baja en Argentina en 1994.
(3) Cargar: Acción de bromear. Argentinismo usado para referirse a una broma. Chanza. Bromear, tomar el pelo.
(4) Pendejo/a: Argentinismo utilizado para referirse despectivamente a un niño o adolescente. Nombre vulgar utilizado para referirse al vello púbico, de ahí deriva su posterior utilización para insultar a las personas de poca edad.
Pendejo, es una palabra del lunfardo argentino que luego fue tomada por el resto de América Latina y, al no conocer o malinterpretar su verdadero espíritu, fue interpretado como un insulto para una persona insulsa, obtusa, de bajo nivel intelectual.


Todos los derechos reservados a su respectivo autor. El post es de mi total autoría y no contiene partes extraídas de ninguna otra fuente. Los hechos son inspirados en la realidad pero matizados con un gran porcentaje de ficción. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.
 
 

viernes, 27 de enero de 2017

Famosos desnudos - Nude celebrities

Viggo Mortensen





Chris Hemsworth


Ewan MacGregor

Richard Gere


Tom Hardy


Orlando Bloom

















Chris Slater



Jeremy St James 


Rodrigo Santoro